lunes, 6 de junio de 2011

El reino de Sobrarbe: Orígen, mito y simbolismo





El territorio donde se ubicó antaño, hasta el siglo X, el mítico y legendario reino del Sobrarbe, constituye una de las regiones más agrestes y duras del Pirineo. Grandes sistemas montañosos que siembran el territorio de cumbres como las de la Sierra de Guara, o bien Ordesa-Monte Perdido. Paralelamente la historia ha dejado patentes sus huellas a lo largo de todo el territorio. Desde los glaciares con orígenes en el Pleistoceno, que sobreviven como reliquias entre las escarpadas cumbres, o los primeros restos humanos que atestiguan la existencia de poblaciones antiquísimos ya documentados en el Paleolítico a través de diversos objetos líticos, pinturas rupestres o variadas formas de megalitismo, hasta las fortalezas medievales que cubrieron sus tierras hasta los tiempos presentes en los que la zona es receptora de multitud de turistas, el Sobrarbe es, ante todo, un territorio con identidad propia.

Desde la perspectiva tradicionalista-evoliana la montaña entraña en sí misma una enorme significación en el ámbito de lo sagrado y lo espiritual. La montaña transmuta el principio ínfero de lo terrenal, de lo telúrico y lo transforma a través de las montañas que se elevan verticalmente hacia los cielos. De hecho a nivel simbólico la montaña es la máxima expresión de la trascendencia, de hecho simboliza la naturaleza divina y sobrehumana, y conocidas son sus implicaciones en diversas mitologías del mundo antiguo como morada de los dioses, por ejemplo. De ahí que la montaña encarnase esa potencia transfiguradora que eleva al hombre interiormente y, al mismo tiempo, lo engrandece a través de estados "más-allá-de-la-vida" bajo el signo de la atemporalidad e inmortalidad.

Al margen de todos los simbolismos y significados que tiene la montaña considerada al margen del territorio donde se encuentre emplazada, el legendario reino de Sobrarbe tiene vida propia, una identidad que se sitúa, de algún modo, más allá del tiempo y el espacio radicándose en el ámbito del mito ante el vacío de fuentes documentales existentes, del vacío histórico que nos deja a merced del mito y, porque no decirlo, de la fantasía. A partir del siglo XIII aparece el mito de los "reyes del Sobrarbe", quienes tras tomar Aínsa extendieron sus dominios hasta la misma Pamplona, según la leyenda. Cuenta ésta que tras la primera conquista se les apareció una cruz sobre un árbol dando lugar al nombre del reino, el cual recibió el nombre de "sobra arbre". La razón histórica de la aparición de tal mito la hallaríamos, según fuentes historiográficas, en la estrategia adoptada por la oligarquía aristocrática aragonesa en su avance contra el autoritarismo real, y aparándose en los denominados "fueros de Sobrarbe" en busca de un pactismo con el monarca.

Por otro lado, las fuentes historiográficas nos remiten a un núcleo de población en el Pirineo central aragonés habitado por los "sirtaniyyin" o "cerrenati". No obstante la ubicación de este enclave es bastante imprecisa, aunque por las escasas referencias geográficas podría localizarse en el Sobrarbe meridional y Prepirenaico, en el "Biello Sobrarbe". Las fuentes que poseemos son de origen hispano-musulmán, quienes mantuvieron durante un tiempo en régimen de tributo esa zona durante el siglo IX, la cual devastaban ocasionalmente mediante razzias. A partir de esa época se dan contactos con los carolingios y se establecen alianzas dinásticas, las cuales quedarían disueltas al cabo de poco tiempo desembocando en la expulsión de los ejércitos carolingios del territorio del Sobrarbe. Posteriormente se concertarían alianzas con el pamplonés Íñigo Arista y el linaje converso de los Banu Qasi combatiendo en el 843, y siendo derrotados, con Abd Al-Rahman II en las inmediaciones de Pamplona. Vuelven a aparecer referencias históricas bajo el nombre de "cerretani" en el 870 como aliados de García Íñiguez de Pamplona y el gobernador oscense rebelde. Después se les pierde la pista y no volvemos a saber de ellos. A partir del siglo X territorios adyacentes se expanden a costa de las tierras pertenecientes al actual Sobrarbe, los cuales se reparten entre los condes de Ribagorza y el reino de Navarra.

La ocupación del territorio, a partir de un poblamiento disperso, adquirió un carácter fundamentalmente defensivo con la construcción de monasterios y una red de fortalezas defensivas entre las que destacaban las torres. Podríamos extendernos más en los avatares históricos que sufrieron estos territorios a lo largo de los primeros siglos del alto medievo, bajo soberanía navarra primero y posteriormente aragonesa, pero este no es el propósito de este escrito. Después de narrar, muy esquemáticamente, las referencias histórico-legendarias que nutren el mito del reino de Sobrarbe, quisiera centrarme en el escudo de Sobrarbe y el simbolismo que este entraña:

-La cruz implica un simbolismo que trasciende el propio cristianismo, y el significado que éste le ha conferido a lo largo de su devenir histórico. La cruz es un símbolo que hace referencia a seis direcciones que se corresponden con seis puntos cardinales, los cuales forman, sumando el punto central, un punto septenario. Ese punto central constituye el punto primordial que simboliza el centro del mundo. En el caso del cristianismo, y más concretamente dentro de la iconografía medieval, la cruz también constituye el eje del mundo situado en el centro místico del cosmos, siendo el puente o acceso por el que las almas llegan hasta Dios. De manera que la cruz establece una relación entre dos mundos (terrestre y celeste) en una conjunción de contrarios: por un lado tenemos el principio vertical y espiritual, y por otro el horizontal y material del mundo de lo manifestado. Según Evola, la cruz simboliza la integración de la septuplicidad del espacio y el tiempo como forma que retiene y a la vez destruye el libre movimiento, por esto, la cruz es la antítesis de la serpiente o el dragón Ouboros, que expresa el dinamismo primordial anárquico anterior al cosmos, el cual representa el orden. Las interpretaciones y diversos enfoques que se dan al simbolismo de la cruz son muy numerosos e imposibles de ser relatados aquí.

-El árbol es el otro elemento que vemos reflejado en el escudo del mítico reino. Es un elemento fundamental en el mundo tradicional y refleja la vida en su sentido más amplio y genérico. Representa el ciclo eterno del cosmos inmerso en el nacimiento, crecimiento y regeneración perpetua, es una fuente inagotable de vida que se renueva eternamente. Si nos remitimos a Mircea Eliade, nos habla de la "vida sin muerte", la cual hace referencia ontológicamente a la "realidad absoluta", y con ella el árbol deviene la columna vertical, nunca mejor dicho por el sentido trascendente que se deriva de la idea de verticalidad, del mundo en su eje central. En un sentido más concreto, y referido al universo cristiano, el árbol simboliza esa conexión entre el mundo ínfero y el celeste, tal y como hemos señalado al hablar del simbolismo asociado a la montaña, dado que extiende sus raíces bajo el suelo, en lo subterráneo y, por tanto, en lo ctónico, y a su vez su desarrollo le hace elevarse desde esas profundidades y aflorar sobre la tierra. Otras veces se hace referencia a los tres mundos, a una tríada: el mundo ínfero, el celeste y como nuevo agregado el elemento central, el cual conecta lo celestial con lo telúrico.

Vemos la total correspondencia entre el simbolismo de la cruz y la del árbol, como centros del universo y la representación absoluta de realidades trascendentes y eternas. De hecho dentro de la iconografía cristiana hay una total correspondencia simbólica entre el árbol y la cruz de la Redención, por ello muchas veces la cruz aparece representada como el árbol de la vida. La línea vertical de la cruz es la que se identifica con el árbol, ambos como "ejes del mundo". A esto debemos añadir otro agregado simbólico que es el que se corresponde con el lugar central. De modo que tanto el árbol como la cruz son susceptibles de comunicar los tres mundos con la condición de que se hallen emplazados en el centro cósmico.

Naturalmente pueden agregarse otro tipo de significados a estos símbolos, pero en esencia he considerado importante resaltar esa idea de vida, fuerza, regeneración y centralidad que por encima de todo, emana tanto del árbol como de la cruz. Estos son símbolos que, enlazados por la leyenda del mítico reino de Sobrarbe, conforman el escudo, que su también forma parte de los cuatro cuarteles que componen el heroico escudo histórico del reino de Aragón.










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